13 marzo 2008
Aquella tarde salimos a disfrutar de las últimas noches de verano. Fuimos a un bar. Yo llegué primero y me senté en la única mesa vacía que quedaba en la vereda. Mientras escuchaba a Jamie, esperaba a mi amiga que llegara de su trabajo.
Junto a mi había otra donde estaban sentados cuatro varones que promediaban los 35 años. Uno de ellos tenía acento español, otro portorriqueño. A pesar de tener los auriculares puestos podía escuchar la charla.
Me invitaron un trago que recibí un poco desconfiada pero simulando amabilidad. Me preguntaron si estaba sola o esperando a alguien. Pronto llegó mi amiga y nos pusimos al dia de nuestras vidas mientras tomábamos una cerveza.
El jolgorio en la mesa de al lado iba aumentando, hubo unas 4 rondas de tragos. Todos los brindis eran a la salud de Luis. Minutos después estuvimos conversando con ellos y terminamos juntando las mesas.
Uno de ellos, el de acento similar a portorriqueño y llamado Luis, había llegado de Sudáfrica la semana pasada (pero era valletano), dos eran policías federales y técnicos químicos, otro español.
Seguimos charlando y el siguiente brindis fue a salud de Luis, todos de pie y ceremoniales bebimos al seco un shot de "Bob Marley". Pronto todos abrazaron cariñosamente a Luis, volviéndose a repetir la situación anterior de brindis.
Nos sentamos y el "sudafricano" comentó que su papá (también llamado Luis) había fallecido la semana pasada. Todos sus amigos habían venido de distintos lugares con motivo del funeral a acompañarlo.
Comprendí que a salud de "aquel" Luis eran los brindis. La noche continuó agradable entre charlas y tragos.
Me conmovió aquella situación porque pude descubrir rasgos de camaradería en aquellos hombres, también de afecto, complicidad y generosidad.
La noche terminó temprano para nosotras, ellos siguieron la jornada con rumbo desconocido.
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