Cuando me refiero a amor, pienso en todos sus tipos. Erich Fromm describe cuatro: el fraternal, maternal, erótico y el religioso. De a poco, este blog se va llenando de historias que intentan abarcar a todos.

martes, 4 de junio de 2013

Sofía y Guacolda

Debía comprar un paquete de chancaca para pasar las sopaipillas, pero esa tarde lluviosa el calor húmedo de su casa de madera la invitaba a quedarse ahí, justo ahí, observando a Sofía dormir la siesta en el living. Enrroscada igual que ella al dormir, con las rodillas flexionadas dándole la espalda, como abrazándose a si misma.
La arropó un poquito y salió a mirar las olas que el Pacífico le mostraba esa tarde. Aspiró una bocanada de aire húmedo y salobre. Cuando volvió a entrar, la niña la miraba con sus ojos grandes de sorpresa constante. Incorporándose en el sillón y quitándose las capas de mantas chilotas de encima le dijo: "abuela, ¿quién fue el amor de tu vida?  "
La mujer miró hacia abajo y a la izquierda, y sin querer abrió, no un pasadizo de emociones del pasado, sino una corredera de agua que a borbotones le inundaron el alma. Las primeras palabras salieron atascadas y de a poco se fueron hilando, dándole forma a un relato que hasta a ella misma le dejó sorprendida.
"Tu abuela tuvo mucho amores Sofi, el último fue tu abuelito Marcos, pero el más importante sucedió un tiempo antes. Cuando yo aún trabajaba y tu mamá no había nacido ni en las ideas. Fué un hombre, mucho menor que yo."
-Y abuela, ¿por qué?
-¿Por qué, qué? preguntó la mujer. Sonrriendo.
-¿Por qué fué el amor de tu vida? ¿Estuvieron mucho tiempo juntos abuela?
-Porque me devolvió eso, el amor y la vida. Solo pasamos juntos una noche y una mañana sin desayuno.
La mujer, tuvo que hacer uso de su retórica empolvada para explicar lo que significaba para ella esa frase.
"Imaginate que un día, sales de paseo con Jack al pueblo, y en un momento pierdes de vista al cachorrito. Desaparece y no encuentras ni rastros de él. Luego de buscarlo por horas y preguntarle a la gente si lo ha visto, vuelves sin novedades a tu casa, triste, cansada. Pronto comienzas a extrañar a Jack, pero luego te haces a la idea que él no volverá. Los días van borrando las imágenes de ti junto al perrito felices.
Un día justo cuando no lo esperabas, un señor trae a Jack de vuelta a casa, lo ves a través del ventanal abriendo la tranquera del patio. El lo encuentra en otra casa donde lo habían estado alimentando, pero reconoce al cachorro por las fotos que pegaste en los postes de luz del centro.
Nuevamente, juegas, corres y pasas el tiempo con el perrito, que pensaste no volverías a ver nunca más. Pero reconoces que algo ha cambiado, en ese tiempo que lo buscaste, tú te reinventaste, y el cachorro ganó peso, las patas y las orejas se le alargaron. Ya no es más la cría torpe y desprotegida que se perdió entre el tumulto aquella tarde en el centro. El señor que trajo a Jack en esta historia fue para mi ese hombre que devolvió el amor a mi vida".

Sofía pareció entender la historia. Se quedó tranquila y meditativa pero la anciana tuvo que voltearse a mirar por la ventana y darle la espalda, para que la niña no la viera llorando lagrimones pesados y densos llenos de nostalgia por ese hombre-niño, que sin saberlo devolvió a su vida el sexo, el disfrute, la pasión, el dulzor húmedo de un cortejo y junto con ello la confusión, el deseo, la represión y el asombro de estar sintiendo (y dando) un amor profundo sin intereses de ningún tipo.