Cuando me refiero a amor, pienso en todos sus tipos. Erich Fromm describe cuatro: el fraternal, maternal, erótico y el religioso. De a poco, este blog se va llenando de historias que intentan abarcar a todos.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Tumberito

Mediodía de un domingo en un supermercado céntrico. Zona de detectores de alarma.

Niño 1-¿Por qué no puedo entrar?-mientras el guardia le impide el paso con el brazo-no le mira a la cara, mira al suelo.
Guardia-Por que no podés.
Niño 1-Pero hoy vinimos a comprar se lo juro-saca algo del bolsillo raído de su pantalón de jean de tonos ocre.
Guardía-Si ya sé, pero no me lo permiten. Vos sos Pablito Gómez, ¿no?
Niño 1-Si, soy yo.
Guardia-¿Bueno ves? ya me parecía que eras vos y tu amiguito.
Niño 2-Hoy venimos a comprar señor, tenemos hambre, mire-y apunta al otro niño que abre el puño para mostrar lo que había sacado del bolsillo, un billete de $100 falso, aún notorio para un ojo poco entrenado.
Guardia-No nene, no. Yo sé quién sos. Vos la semana pasada tampoco pudiste entrar entonces debajo de la remera sacaste una tumberita con la que le apuntaste al guardia.

El niño miró el suelo. El guardia nunca subió el tono de voz. El tono que mantuvo fue tranquilizador y dulce.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El “asombroso” caso de Gonzalo Yañez

El canta con un dejo rioplatense marcando algunas “yes” por aquí y por allá, pero no en todas las canciones. Siempre me gustaron sus melodías, me remiten a Santiago de Chile, al ruido de los autos, a una cordillera fluoresciendo en el horizonte después de un día de lluvia, a una caminata por el Parque Forestal. Lo descubrí en un viaje a Chile, sonando en la radio de una micro. Pensé que era chileno la verdad.
La mayoría de las frases de sus canciones son pausadas, no usa un vocabulario difícil ni las escenas que aparecen en las líricas hablan de noches reventadas o discotecas frenéticas (debo aclarar que no he escuchado toda su discografía si). Imagino una reunión de amigos, humeante, melancólica, de colores ocres.
Nunca me había detenido a googlearlo. Mi sorpresa fue tamaña. Caí exhausta de amor al ver sus fotografías, porque es tremendamente guapo, al menos a mis ojos.
Uruguayo, vive en Chile, guitarrista, compone su música. Su estilo se parece a una banda o un solista que he escuchado antes, pero aún no puedo identificarlo bien.

Por qué me asombro se preguntarán. Me asombro porque este cantante no es famoso aquí en Argentina. Y lo lamento realmente, porque de veras creo que es talentoso y bello. ¿Por qué será? Hago un paralelo con los gustos argento y veo que aquí el perfil “reventado” va bien, las luces estrambóticas, lo superficial y rutilante. Músculos hasta en la mandíbula y el bronceadito estereotípico. Lamento que mi pueblo no se esfuerce en elegir un poco mejor lo que es talentoso.
Gonzalo enamora con su guitarra, con su postura desgarbada y distante. Con su voz de terciopelo de niño bien y culto; a mi y a varios del otro lado de la cordillera porque siguen pasándolo en las radios.
No me extraña que una argentina tampoco pueda ser profeta en su tierra, me refiero a María Jimena Pereyra. ¿Será porque no tiene lolas y usa el pelo andróginamente corto?
La voz de esa mujer pone los pelos de punta, se los puedo asegurar.

Me enojo, me enoja el botox, las caras igualitas de las modelos, los traseros de piedra ampliamente venerados en mi cultura y la superficialidad obcena.
Espero (porque soy optimista) que se genere un cambio, que empecemos a mirar cómo producir algo diferente, y con contenido.



sábado, 15 de septiembre de 2012

Descubrimiento N°3

Tendría 14 o 15 años. Quisiera recordar bien. Pero no puedo, la línea del tiempo del pasado se me desdibujó hace tiempo. Lo feo, lo desagradable lo quise borronear con el codo a medida que iba escribiéndolo. Osea, yo misma lo borroneé. Lo digo sin vueltas, tengo lagunas mentales.
Era una época en la que de a poco iba descubriendo quién era y qué me gustaba hacer además de estudiar y escuchar música. Y lo que me gustaba era hacer gimnasia. Cansarme para olvidarme (de todos los problemas de mi familia) y mantenerme en un peso normal.
Ya en primer año de la secundaria conseguí que mis padres me permitieran ir 3 veces a la semana a tomar clases de gimnasia aeróbica. Las clases eran a unas 6 cuadras del negocio de mi familia donde transcurría todas las tardes después de la escuela. Así pasé toda la secundaria yendo a esa actividad.
Sentí una libertad nunca antes experimentada, esos 80 min tres veces a la semana eran solo míos, “NADIE” podía controlarme o verme.
Bajé de peso, gracias a los 90 mis músculos hoy responden fácilmente a la ejercitación. Pero lo más importante es que obtuve MI espacio.
En la misma cuadra donde estaba la zapatería de mi familia había un taller mecánico, el taller familiar de los Blasco. Lleno de varones, cada vez que pasaba por ahí enfrente recibía piropos, silbidos, que en esa época me repugnaban porque no entendía con mi cabecita de 15 años y la educación castradora de mis padres muy bien qué significaban. Yo conocía lo que decían de Sebastián Blasco, él tenía 18. Un bonito moreno corpulento y de ojos verdes. NUNCA crucé con él una palabra. El actuaba indiferente.
Esa tarde, en un pequeño recreo que tuvimos en la clase fui al baño. Cuando volví, tapándome el paso en un estrecho pasillo estaba Sebastián esperándome, con una sonrisa en la cara, y un brazo y una pierna apoyados en la pared contraria.
No entendí nada, ni entendí qué hacía ahí...me dijo, “perdoname pero no tenía dónde decirte esto, ME GUSTáS”.
Sentí náuseas, ganas de salir corriendo, de pegarle una cachetada. No hice nada de eso, solo dije: “está bien, pero no me sigas que me asusta”. El corazón me latía fuerte, muy fuerte. Volví a la clase y traté de concentrarme en los ejercicios, con dificultad. Caminé  a la zapatería asustada, pensando que llevaba una mancha en el cuerpo que decía “alguien gusta de mí". Siendo justa, este sentimiento no tenía nada que ver con lo realmente había pasado (en un futuro tal vez me refiera nuevamente a esta cuestión).
Dio media vuelta y se fue, yo lo ví atravesando ese largo pasillo y salir del lugar. Trancurridos los días pude darme cuenta que ese chico había estado observándome, que había esperado el momento que yo pasara enfrente al taller para seguirme hasta el gimnasio.
Pasó el tiempo, yo me olvidé de esa situación, el taller mecánico cerró a los dos años y Sebatián se fue del barrio.
Aún recuerdo ese momento como algo violento dentro mío, una reacción rara, no con enojo sino con MIEDO.
Decidí no acercarme a nadie en la vida como él se acercó a mi y que no soportaría que NUNCA otra persona (hombre o mujer, no importa) volviese a quitarme la privacidad como él lo había hecho, de forma violenta, casi DESDE el ANONIMATO.

martes, 11 de septiembre de 2012

Yo no iba a ser reina

Con esta entrada lo que menos quiero es hacer alarde del físico o la cara con la que nací. Busco hacer una reflexión más sobre quien soy, intentando analizar dónde estoy, o mejor dónde he decidido que la vida me ponga.
Cuando era adolescente me desarrollé antes que mis compañeras, tuve busto y caderas teniendo 11 años. Sin darme cuenta empecé a acaparar miradas lascivas de los chicos y de los adultos. Atenciones lindas e ingenuas también, no todas malintencionadas tengo que recordar eso.
El asunto es que un tío que me quería mucho y que creo que me veía más linda de lo que era (suele suceder en las familias) me instó varias veces a que me presentara para ser Reina de Neuquén o Reina de la Manzana, que son dos fiestas anuales que se celebran en la zona. Un reinado de belleza, para representar a las localidades en el resto de las fiestas del país.
Ante estos cuestionamientos una aunque niña, ingenua e inexperta, algo piensa. Alguna respuesta tenía yo en ese momento, además del NO tajante de mis padres a la posibilidad de participar. Y lo que yo pensaba era que no quería presentarme porque no era un mundo para mí ni un lugar en el que hubiese querido meterme. En absoluto. En esa época no tenía claro qué hacer, si sería profesional o no, pero tenía claro que ni modelo ni reina de belleza.
Algo que agradezco infinitamente de la educación que mis padres nos dieron es que siempre nos dijeron que la belleza no sirve de mucho. El paquete no cuenta si el contenido está podrido o es de baja calidad. Además la belleza es pasajera, dura lo que la juventud.
Mi idea es que todos somos hermosos mientras somos jóvenes. Así que lo importante es trabajar en lo que llevamos por dentro para poder estar felices con nosotros cuando la juventud (y con ella la belleza) nos dejen.