Cuando me refiero a amor, pienso en todos sus tipos. Erich Fromm describe cuatro: el fraternal, maternal, erótico y el religioso. De a poco, este blog se va llenando de historias que intentan abarcar a todos.

viernes, 4 de octubre de 2013

De desencuentros y desamor

La charla se ponía cada vez más acalorada, eso me llamó la atención esa tarde en el colectivo en Capital. La pareja que discutía estaba unos asientos más adelante mío. Yo solo podía verles la nuca. Lo raro de la situación es que estaban sentados en asientos separados. El iba adelante y ella en uno detrás. El no volteaa para hablarle, ella mira al piso.
-¡Que ya no soporto más esta situación, me tenés re podrido!
-¿Y qué querés que haga si cuando te hablo no me das ni pelota-mira por la ventanilla y se queda un rato largo así. Luego reanuda la discusión-cada vez que quiero decirte algo siento que te molesto, que lo que digo no importa.
-No aguanto tus reproches, todo el tiempo es lo mismo, reproches...reproches.
-Y bueno, no sé cómo hablarte, qué decirte, para que no te caiga mal.
-¡Entonces por qué no te quedás callada!!!

Diez cuadras después ella pide al chofer bajarse en la próxima parada. Pude ver su rostro: triste, avejentado. Tendría unos 50 años no muy bien llevados, la postura desgarbada no le iba bien con el jean ajustado blanco, el cabello largo y platinado y el bronceado excesivo.
Baja del colectivo y en ese momento el semáforo cambia a rojo. El la vé por la ventanilla, duda, se para, baja, la sigue, la persigue y la abraza.



martes, 4 de junio de 2013

Sofía y Guacolda

Debía comprar un paquete de chancaca para pasar las sopaipillas, pero esa tarde lluviosa el calor húmedo de su casa de madera la invitaba a quedarse ahí, justo ahí, observando a Sofía dormir la siesta en el living. Enrroscada igual que ella al dormir, con las rodillas flexionadas dándole la espalda, como abrazándose a si misma.
La arropó un poquito y salió a mirar las olas que el Pacífico le mostraba esa tarde. Aspiró una bocanada de aire húmedo y salobre. Cuando volvió a entrar, la niña la miraba con sus ojos grandes de sorpresa constante. Incorporándose en el sillón y quitándose las capas de mantas chilotas de encima le dijo: "abuela, ¿quién fue el amor de tu vida?  "
La mujer miró hacia abajo y a la izquierda, y sin querer abrió, no un pasadizo de emociones del pasado, sino una corredera de agua que a borbotones le inundaron el alma. Las primeras palabras salieron atascadas y de a poco se fueron hilando, dándole forma a un relato que hasta a ella misma le dejó sorprendida.
"Tu abuela tuvo mucho amores Sofi, el último fue tu abuelito Marcos, pero el más importante sucedió un tiempo antes. Cuando yo aún trabajaba y tu mamá no había nacido ni en las ideas. Fué un hombre, mucho menor que yo."
-Y abuela, ¿por qué?
-¿Por qué, qué? preguntó la mujer. Sonrriendo.
-¿Por qué fué el amor de tu vida? ¿Estuvieron mucho tiempo juntos abuela?
-Porque me devolvió eso, el amor y la vida. Solo pasamos juntos una noche y una mañana sin desayuno.
La mujer, tuvo que hacer uso de su retórica empolvada para explicar lo que significaba para ella esa frase.
"Imaginate que un día, sales de paseo con Jack al pueblo, y en un momento pierdes de vista al cachorrito. Desaparece y no encuentras ni rastros de él. Luego de buscarlo por horas y preguntarle a la gente si lo ha visto, vuelves sin novedades a tu casa, triste, cansada. Pronto comienzas a extrañar a Jack, pero luego te haces a la idea que él no volverá. Los días van borrando las imágenes de ti junto al perrito felices.
Un día justo cuando no lo esperabas, un señor trae a Jack de vuelta a casa, lo ves a través del ventanal abriendo la tranquera del patio. El lo encuentra en otra casa donde lo habían estado alimentando, pero reconoce al cachorro por las fotos que pegaste en los postes de luz del centro.
Nuevamente, juegas, corres y pasas el tiempo con el perrito, que pensaste no volverías a ver nunca más. Pero reconoces que algo ha cambiado, en ese tiempo que lo buscaste, tú te reinventaste, y el cachorro ganó peso, las patas y las orejas se le alargaron. Ya no es más la cría torpe y desprotegida que se perdió entre el tumulto aquella tarde en el centro. El señor que trajo a Jack en esta historia fue para mi ese hombre que devolvió el amor a mi vida".

Sofía pareció entender la historia. Se quedó tranquila y meditativa pero la anciana tuvo que voltearse a mirar por la ventana y darle la espalda, para que la niña no la viera llorando lagrimones pesados y densos llenos de nostalgia por ese hombre-niño, que sin saberlo devolvió a su vida el sexo, el disfrute, la pasión, el dulzor húmedo de un cortejo y junto con ello la confusión, el deseo, la represión y el asombro de estar sintiendo (y dando) un amor profundo sin intereses de ningún tipo.



viernes, 31 de mayo de 2013

Rompecorazones

A veces, entro en períodos de larga y profunda revisión de mi pasado. Hoy, es un día de esos. Y si bien esta idea ya revoloteaba mi cabeza hace un tiempo, hasta ahora no pude escribirla.
Por alguna razón, a los adultos varones de mi familia y también a los allegados les gustaba hablarme, decirme cosas, como anticiparme qué sucedería con mi vida en el futuro cuando "fuese grande". Con qué animo o intención no lo sé, porque recuerdo que estas charlas que eran más bien monólogos comenzaron cuando yo tendría unos ocho años.

Que sería terrible, que sería alta como mi padre, que esto que aquello. De estos vaticinios pocos se cumplieron y muchos, como el que motiva la entrada, no los entendí de niña. Es gracioso, a veces veo repetir esa imagen, niñitas o adolescentes que con una sonrisa en la cara reciben esos: ¿piropos? complacidas.

En varias oportunidades me dijeron "cuando seas grande vas a romper corazones", y poniéndome en el lugar de quien termina con un corazón roto provocarlo no me parece ningún mérito. No es más mujer ni más exitosa aquella (o aquel) que anda por la vida provocando roturas cardíacas, aunque sean momentáneas o de poca envergadura, porque si uno tiene el poder de conectarse con el alma de otro, es mejor que sea para acariciarle, para escucharle, para engrandecerle o por último para acompañarle por un momento y luego dejarle ir libre por la vida.

viernes, 17 de mayo de 2013

"Delgada capa de amor" de Claudio Andrade

¡Buen día! les quiero dejar este poema de Claudio Andrade, es un periodista del Diario Río Negro, fue publicado en su blog Mediomundo. Su mensaje me llegó profundo, y quiero compartirlo con ustedes. La última novedad en cuanto a lo personal (por lo que he leído en sus blogs) es que vive en el sur de Chile. Me gustaría saber si con "el país de los samurais" se refiere a eso o no, pues...si puedo lo averiguaré.


 
Delgada capa de amor

La secuencia de nuestros corazones lo dirá.
Qué es cierto. Qué no.
Todo es mucho más difícil de lo que parece.
Un beso que prometes pero que no llega.
Una carta que se pierde en el medio del mar.
No dejas el amor, aunque lo desestimas o te deja,
sino los reflejos del amor, sus proyecciones remotas.
Porque sigues amando. Sigues ilusionando tu alma
con paisajes lejanos.
Pero en este intercambio de egos y aromas sólo vale el viaje.
Sólo importa andar.
Los dolores en la planta de los pies serán tu indicador.
Tu brújula. Tu aproximación al norte.
¿Llueve?
No, aquí nadie llora demasiado, en el país de los samurais
aprietas y callas.
La delgada capa de nada que separa la sonrisa del abismo
es, en verdad, el reflejo de uno de nuestros hemisferios.
Su contextura.
El otro, está hecho de voluntad y de sueños

domingo, 12 de mayo de 2013

No llevo un manual de instrucciones

No es la primera vez que alguien intenta decirme, no de esta forma pero casi, que por la sonrisa que llevo en la cara debo haberla pasado muy bien en la vida. O mejor dicho que pareciera que la vida me ha tratado muy bien.
Y aunque yo no suelo explicarme ni mucho menos justificarme con este post intento algo, si. Las personas que en verdad conocen mi vida nunca, criticaron mi sonrisa. Parece que para algunos desconocidos hay algo que les resulta incómodo.
Yo soy una mujer que mira a los ojos, que escucha y empatiza con lo que le cuentan. Que dedica tiempo a las personas y a los afanes que quiere. Sin reproches si no obtiene lo mismo de la otra parte. Que admite que está triste cuando lo está y no se ríe de ello, sino que intenta conectarse con esa tristeza a como dé lugar, porque de esa tristeza, después de un tiempo, salen al menos, reflexiones o experiencias.
Mi cara refleja cómo me tomo la vida, no lo que he vivido. Porque las vivencias son pasado y la cara, siempre, mira hacia adelante.


"Las personas que son felices hoy en su lugar no son aquellas que no tienen problemas, porque ese ser humano no ha nacido ni va a nacer. La gente que está feliz es la que decidió levantarse hoy en la mañana con una sonrisa inmensa en los labios y una pena gigante en el alma, lo cual refleja, en el fondo, un tema de actitud más que de realidades concretas, donde el disfrute de lo cotidiano pasa más por la mirada que tenemos frente a las cosas que por la objetividad de los hechos".

Pilar Sordo, "Bienvenido dolor"

jueves, 9 de mayo de 2013

"¿Y Cristo, qué opina de tu vida?"

Si alguien me cruza por el centro sonriéndole a la nada o por echarme sobre un banco toda despatarrada con varias bolsas de compras al lado, tiene dos opciones: saludarme o no. Porque seguro no estaré en este planeta, seguramente en ese momento ando tratando de evadirme. Reciclando mi alma.
Así me encontró ella esa noche, en frente de la Catedral, hace muy poco, un fin de semana atrás. Se me acercó con un folleto y con la idea de hacerme llenar un formulario sobre una lista de 10 deseos para mi vida. La bufanda le daba como tres vueltas al cuello. Hacía frío esa noche y con su abordaje, logró sacarme del limbo donde me estaba metiendo.
Bonita, dulce, jovencísima. Educada. No me dijo mucho sobre ella pero pude descubrir que era de la Iglesia Bautista, y no pregunté mucho más pero casi que intuí que se casaría pronto. Se llamaba Jose. Yo también me presenté. Me abordó mostrando esa exquisita soberbia intelectual de la juventud.
Yo fui un poco soberbia también, a sus persuasivas frases respondí varias veces con el mismo "si, yo fui al AMEN también", e "iba a la iglesia".
A la segunda vez que ella osó decirme "entonces no tengo que decirte nada porque vos conocés al señor" yo contesté, "lo conozco, y vivo con él. Pero no voy a la iglesia, porque la iglesia no cuadra con la forma de vida que llevo, y estoy feliz con mi vida".

Se rascó la cabeza y embistió con un "y Cristo, ¿qué opina de tu vida?" a lo que respondí, "no tengo ni la más pálida idea". "Bueno" dijo, "Guacolda, te deseo lo mejor, yo voy a seguir con esto" y batió los formularios. Se despidió con un beso en mi mejilla, cálido. A unos metros, había una parejita besándose en otro banco, para allá fue ella, obstinada, decidida.
 

viernes, 3 de mayo de 2013

Ofrenda

Hoy sin querer, me encontré al otoño en la calle. En las chacras y en el alma. Desnudando a los árboles, renovando un ciclo y preparando todo lo vivo para que duerma durante el invierno, tranquilo. Para que en la fría tregua de seis meses, todo se recicle, y luego florezca con nuevos bríos y fructifique.

Antes de dejar caer sus hojas, los árboles hacen una ofrenda al sol mostrándole los mismos colores que él les regaló durante la primavera y durante el verano. Amarillos refulgentes de mañana tibia y rojos anaranjados de atardecer caliente.
Con este tributo saludan, se despiden y esperan finalmente al viento.

“Todas las hojas son del viento ya que las mueve hasta la muerte, todas las hojas son del viento, menos la luz del sol.” L.A. Spinetta

domingo, 7 de abril de 2013

“Pechi, arréglenos las veredas” Acción Frenética de las Mujeres sin trasero y en tacos altos

Las mujeres en tacos altos, aquellas que caminamos con distinción y decoro (no en forma rústica o pisando huevos), padecemos las veredas de la ciudad. Porque los tacos se rompen, se desuellan de a poquito cuando se meten en las ranuras de las baldosas o se mojan y sus cueros ceden con los charcos de agua estanca atrapadas en los minibaches del suelo.
Desanimadas y exhaustas por parecer camionetas todoterreno, subiendo y bajando, esquivando obstáculos o sucumbiendo a ellos, decidimos caminar por la calle, donde los peligros a los que nos exponemos son aún peores. Manos desacatadas de ciclistas subiendo por debajo de nuestras faldas, piropos de dudosa reputación, invitaciones desesperadas a tomar cafecitos u otros.

Por eso, Sr. Guapetón Intendente, por medio  de esta nota le solicitamos repare las veredas de la ciudad. No someta a la población masculina  a la triste realidad de vernos con manoletinas o sandalias flat. El mundo exquisito del glamour citadino pide a gritos unos buenos stilettos o  unos tacos rectos de 15 cm.
 Dos testimonios de ciudadanas en tacos altos recogidas por nuestra corresponsal

“Me había comprado unos taquitos nuevos, divinos. De liquidación, eran los últimos que quedaban en mi número.  Así como los pusieron en la bolsa de la tienda yo los saqué y los deslicé por mis pies. Iba a aprovechar de amoldarlos porque esa mañana tenía que hacer unos pagos y combinaban perfectos con mi vestidito chemisse en un look descontracturado y casual.
Salí de la tienda aprovechando que una ráfaga de viento patagónico me volaba el pelo cual Marilyn, no ví el desnivel a la salida de la tienda y resbalé por la pendiente  apoyada en una sola pierna haciendo equilibrio con los brazos batiéndolos en el aire. La mano mágica de un osado caballero me tomó por la cintura e impidió que aterrizara con mis bolsas de compras, mis zapatos nuevos  y mi decoro, todo junto. No pude, sino amarlo.”

“Era el día del padre y no había comprado nada para él porque había llovido durante toda la jornada. Aproveché que la lluvia paró un ratito, me enfundé unos jeans azul marino, unas botas marrones de taco ancho pero alto y mi trench natural preferido.
Encontré una boina de cabritilla marrón muy elegante, me la envolvieron muy bonita.  Cuando salí del local la  lluvia había comenzado otra vez.  Caminando rápido por la vereda salté unos cuatro charcos. Estos se forman porque no hay desniveles apropiadamente construidos ni desagües que desagoten el agua que se acumula.

El quinto charco, lo salté pero el tema fue cuando llegué al piso del otro lado, resbalé y me deslicé como un metro y medio por la vereda . Cuando me levanté, el trench era bicolor (marrón y natural, mitad y mitad) y el regalo había quedado debajo de mi cadera generosa. Planito quedó.”

domingo, 31 de marzo de 2013

Más sobre desAMOR

Hay amores que terminan despacito como cuando a uno el sueño lo va venciendo, de a poco. No nos damos cuenta el momento en que realmente ocurrió que nos dormimos. Otros que terminan como un terremoto y algunos que además después traen un tsunami. De todos estos finales yo puedo decir que fui protagonista.
Algunos amores "me los han terminado", otros, los he finalizado yo, aunque los menos, porque soy el tipo de mujer a la que dejan y peor aún a la que dejan por otra. Todavìa no sé por qué, pero igual no es el motivo de este post.
El tema, y es algo que estoy procesando y por primera vez en mi vida estoy pudiendo visualizar y mas aún escribir no es el fin de un amor, sino el después. Yo entiendo perfectamente que tenga caducidad porque como todo en esta vida termina, hasta la vida misma ¿por qué el amor por una persona (o entre dos) no se va a acabar? ¿qué lo hace exento? nada, por supuesto.

Siendo escueta e implorando elocuencia a mis musas quiero contarles que aprendí que hay personas que luego de perder el interés en una relación no se alejan, no desaparecen, no dejan de saludar ni de ser amables y que otras dejan simplemente una carta, explican que se irán a un camping hippie y dibujan un mapita de donde dejaron el auto estacionado.

¿Cuál opción prefiero? la primera y ¿saben por qué? bàsicamente porque los seres humanos NO SOMOS DESCARTABLES.

domingo, 24 de marzo de 2013

Que la dejen ser

Cada vez que atravieso una manifestación por el centro de la ciudad la busco entre la multitud. Y no cuesta mucho hallarla, por ahí está. Siempre está. Hoy organizando un grupo de unas diez personas, hablando en voz alta con un léxico admirable. Otras veces, besándose con un chico en el medio mismo de la marcha, avanzando entre el gentío. Las manos de él, subiendo por la espalda bajo su ropa. Otras veces, enarbolando una bandera roja del partido en el que milita.
Es bellísima, pero nunca sonrríe. Desde que era adolescente usa el mismo maquillaje recargado, delineador intenso, labios al natural. Resaltan sus rasgos indígenas, podría arriesgar: aymarás. La melena siempre suelta, no es sedosa, pero es abundante. Supongo que por estos días ya debe haber terminado la Universidad.

Esa mañana, la chica abandonó su banco, le pegó una patada al de su compañera y atravesó toda el aula para pararse delante de mi escritorio. Con una mano en la cintura me dijo: hoy no nos interesa aprender biología.



domingo, 10 de marzo de 2013

Frases

He recopilado algunas frases que al momento de escucharlas sentí como si un taladro me perforara el cráneo y llegara directo al hipotálamo. Se las transcribo, resalto, que son solo algunas:

-"Yo no sé qué hace con ese "hombrecito", no se quiere casar, no quiere hijos. No es un partido para ella".
-"El tuvo la culpa, ella lo dejó porque la situación con él era inmanejable. Se merece haber quedado solo".
-"Es una casanovas, vá por la jungla y no deja una liana y ya está agarrando dos más."
-"Está gorda y dejada, se merece que la pareja la deje".
-"Nunca va a conseguir novia, porque busca chicas libertinas, livianitas de cascos".

Frases que me llegaron entre mates, o de refilón escuché decírselas a una amiga. Estas, las dicen madres y se refieren a sus hijos o hijas.

¿Sinceridad brutal u opinión destructiva en su más alta expresión? Se repiten una y otra vez. Cuando pueda hacer un análisis mas profundo prometo escribir algo más.

sábado, 16 de febrero de 2013

Caminar la ciudad despierta

En una tarde como hoy, no hubo un sólo agujero donde el viento no cupiese. Cada objeto inanimado se despertó de un letargo caliente y prolongado.
Las bolsitas enrroscadas en los alambrados vibran en tonos agudos y los elásticos sin usar de los acróbatas en tonos graves y ondulantes.
Los perros de grandes orejas lucen un nuevo look y las copas de los sauces parecen seductoras cabelleras de mujer. Inclinadas, esperan que las besen en el cuello.
Las puertas,  reusaron a abrirse, y algunos cerrojos metálicos de portones cedieron a la corriente de aire dejando que unos pocos espectros atrapados en los patios, salieran a dar una vuelta.
Los eucaliptos despojados, perdieron sus rojas cortezas y las personas, realizan la misma rutina de todos los sábados por la tarde, pero con los ojos entrecerrados.

domingo, 10 de febrero de 2013

Cuestionamientos

Salíamos a caminar a las 3 de la mañana con rumbo al Río Grande. Mis papás, mi hermanito y yo. Esas caminatas eran tranquilas, el calor sofocaba casi siempre ese verano. Nunca entendí por qué esas escapadas eran raudas, repentinas. Sin planificación. Yo recuerdo sólo  algunas imágenes, debo haber tenido unos 4 o 5 años. Mis papás nos vestían apurados y salíamos de la pieza que alquilaban junto con el local del taller de zapatería.

Hace poco tiempo, me atreví a preguntar a qué se debían esas huídas nocturnas y pudieron explicarme muy bien. Nos íbamos para no escuchar cómo, el vecino maltrataba a su mujer y a sus hijos cuando estaba borracho. Don Agapito, a veces aparecía en nuestra casa buscando a su mujer que unos minutos antes se le había escabullido en la noche, en alguna pieza del conventillo donde le habían abierto la puerta para esconderla.

Después de casi 30 años agradecí el gesto de mis padres pero casi en paralelo aparecieron las siguientes preguntas  ¿Qué pasó después en nuestra familia que ellos mismos, mis padres, dejaron de protegernos de esas mismas escenas donde ellos eran protagonistas? ¿La intimidad de un hogar debería aceptar todo? ¿y lo que vá por fuera, lo ajeno es lo punible?

miércoles, 6 de febrero de 2013

Apego

Cuando él me ofreció las artesanías que vendía lo que me mostraba me parecieron las cosas más delicadas y hermosas que había visto jamás.  La impresión que me  daba aquél joven me transmitía tranquilidad, me hablaba con voz pausada y baja, por lo que tuve que acercarme a él para entablar una conversación.

Creo que ya han pasado 4 años de esa tarde. En medio del gentío y el ruido de los autos me comentó que no era de aquí, que estaba de paso, se llamaba Pablo. Esa noche no tendría donde quedarse. Estuve como una hora hablando con el artesano, un tema llevó a otro.  Le pregunté que donde compraba los materiales, que por qué ciudades había pasado antes. Hacía frío, yo iba a caminar al río.
Al día siguiente volví a la misma hora solo para verlo nuevamente. El ya me divisó a una cuadra de distancia. Me sonreía gritando “eh! Amiga!”. Repetimos la charla del día anterior pero fuimos un poco más lejos, dejamos entender que nos gustábamos.

Lo mismo al día siguiente, pero esa vez le pregunté qué había comido, y la respuesta me revolvió el estómago. Solo había tomado mate con otros artesanos, las ventas estaban muy bajas esa semana. Nos despedimos afectuosamente, rozándonos los brazos. Seguí la caminata.
Esa misma tarde, había decidido que lo invitaría a quedarse en mi casa, quería sentirlo cerca, alimentarlo, pasar el tiempo con él. Con esa idea salí con rumbo al lugar donde él ubicaba su puesto.

A unas cuadras de llegar al lugar, cambié el recorrido. Una fuerza que no puedo explicar de dónde salió impidió que llegara a él esa tarde. Estoy segura que me esperó y durante varias tardes más. Cada vez que paso por esa vereda, recuerdo el comienzo y el desenlace de ese amor platónico que se diluyó en el tiempo.

lunes, 28 de enero de 2013

Mamushkas

La noción que trato de describir en esta entrada es un poco compleja. Para mí de explicar, al menos. Y sé que es difícil de entender también porque lo he verbalizado en charlas con algunos amigos y no lo han logrado.
A veces siento que la persona que soy coexiste con capas y capas de mujeres del pasado, que también soy yo. No usaré la palabra ERA, porque no es la conjugación del verbo que me sirve. Sigo siendo.
Sé que no está del todo mal este pensamiento porque aparece en la literatura, en el Lobo Estepario de Hermann Hesse y en un libro de Deepak Chopra, Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.

¿Cuando me doy cuenta? recuerdo cómo en el pasado viví tal o cual situación afectiva  y cómo la vivo hoy. Cómo afronté un contratiempo, qué sentí, qué pensé. ¿Qué hizo esa mujer 5, 10, 15 años atrás? Pues lo que hizo en comparación lo que hace es distinto, sin dudas. Cómo pensó y sintió fué muy similar.
Es que estas capas de mujeres tienen porosidades, no son impermeables, y existe un flujo permanente que interconecta la que hoy es, de la que fué. Se modifican unas a otras, porque hoy, soy capaz de reconocer aspectos de aquellas viejas capas que antes no podía ver.
Y a final de cuentas, voy queriendo más a las viejas Guacoldas, quitándole a muchas las connotaciones negativas que en ese mismo momento me puse a mi misma.

domingo, 20 de enero de 2013

Una reflexión noctámbula

Hoy detuve el auto para mirar las vidrieras de una mueblería que está al costado de la ruta. Hice cálculos sobre cuándo podría renovar mis muebles, donde pondría aquella hermosa lámpara, o si algo de lo que ahí veía combinaba con lo que ya tengo.
Mientras miraba hacia adentro del local pude verme reflejada en el vidrio.Y pude reconocer qué hacía muchos meses que no soñaba despierta como en ese momento. Sonreí y volví al auto.

jueves, 17 de enero de 2013

Pequeña crónica de una muerte no anunciada

Los domingos por la mañana suelo ir hasta el río caminando y hago el mismo recorrido, al menos de ida. Paso en frente del Hospital Regional para ver si esa noche ocurrió el suceso. Lamentablemente muchas mañanas de domingo ocurrió. Pude comprobar.

¿La presión sobre la herida podría ayudar? no lo sabía pero lo intentó. Con ambas manos trataba de atrapar todos los fluídos que manaban por el boquete que tenía en la mitad del cuerpo, en vano, porque aunque no quisiera mirarse sentía que la humedad oscura, sin color dsitinguible bajo las luces de la madrugada era cada vez mayor. Ahora ya sentía que comenzaba a sentirse fría. Un canillita le abrió la puerta de vaivén para que pudiera pasar, no le miró a la cara porque estaba doblado sobre si mismo, mareado, sosegado.

Al menos 3 cuadras de baldosas grises exhiben el mismo triste patrón: goterones de sangre marrón o aún rojo reluciente, aún viva, aún latiendo fuera de un cuerpo que no quiso dejarla salir.

domingo, 13 de enero de 2013

Juan y Manuel

Esta entrada es el homenaje a una amistad, de las más raras que he conocido, pero a la vez, la más conmovedora. Al menos para mí.

Es un pequeño relato sobre una relación que fué intensa y alegre en la cotidianidad del pasado y nostálgica y un poco borrosa hoy, por la distancia que mantienen sus protagonistas.

Chilenos, los dos, desarraigados, los dos también. Por allá por los 70 iniciaron una amistad de idas y vueltas, de trasnoches, de borracheras y trampas interminables, de pactos tácitos. De escucharse, de buscarse, de encontrarse, de odiarse, y hasta repudiarse. De ayudarse económicamente y de refugiarse mutuamente cuando la policia de la ciudad acosaba a los chilenos sin documentación. Ambos comenzaron pequeños emprendimientos económicos que dieron frutos rápidamente. No fué raro, trabajaban como pocos.

Sus mujeres estaban en Chile esperando que la situación aquí fuera propicia para echar raíces y establecerse. Una de ellas en Villarrica, la otra en Santiago, mi madre.

La cuasi guerra entre Argentina y Chile los acercó más todavía, como si la complicidad del exilio los hiciera menos vulnerables. Como si ver juntos los ataúdes con banderas chilenas sobre las vías del tren que atraviesan la ciudad fuese menos intimidante con un compatriota, caminando codo a codo. Siempre pienso en las repercusiones que las situaciones geo políticas generan en las relaciones personales. Pareciera que los vínculos se estrechan, cobran mayor importancia si el padecimiento es similar y se afronta en compañía.

La época dorada de estos amigos los encontró por allá por las décadas de los 80 y 90. Pescando juntos, acampando con sus  mujeres y viendo sus retoños crecer. Juntándose con una constancia sacrosanta cada fin de semana a comer asaditos. Siguieron odiándose y amándose cíclicamente, pero ambos, ya eran uno, se metieron uno en los insterticios del otro, se perdonaron TODO. En las conversaciones (muchas que seguí mientras era chica) el corazón, la energía, el humor y la levedad la aportaba el tío Juan, por su lado, Manuel aportaba lo grave, el cerebro, partidas de ajedrez, ¡cuántas discusiones morales borroneadas por el efecto del alcohol tuvieron esos dos!

Juan blanqueó una familia paralela en el sur de Chile, y volvió a emigrar dejando Neuquén y a su amigo. No sé si Manuel se enojó, si sufrió de despecho. Porque no podría sacar conclusiones de cómo se sintió cuando supo que su amigo ya había hecho (y deshecho) las maletas hacía rato. Lo único que puedo decir es que lo extrañó. Porque día por medio, sumido en sus borracheras interminables (ya usé esta expresión antes) Juan estuvo con él, ayudándole a elegir un señuelo de color apropiado para sacar la mejor trucha al atardecer, remolcándole el Renault doce que se había atascado en el arenal llegando a China Muerta, levantándolo inconciente de un charco de sangre del baño de un bar de mala muerte de la Terminal. Buscando a la prostituta que lo había seguido para robarle la billetera.Visitándolo en el hospital convaleciente de una pancreatitis que casi lo mata y prometiéndole que pronto volverían a tomarse unos traguitos y volverían a sus aventuras. Juan estuvo con él, se materializó en la distancia. Yo los ví juntos.

La distancia, mantuvo latente el amor de estos amigos que no se visitaron nunca más. Por unos 15 años.

Pero un día, un chasqui imaginario llevó las novedades volando en el viento, atravesó los bosques de araucarias y llegó a Villarrica para avisarle a Juan que su amigo se desvanecía. La urgencia lo trajo volando a visitarlo. Encontró un par de ojos perdidos en la quinta parte de aquel hombre enorme y corpulento que conocía.

Los dejamos solos. Pasaron horas juntos, hasta que la noche cayó sobre Confluencia.