04 marzo 2008
Mientras estuve en Santiago visité la primer etapa de la exposición de arpilleras de Violeta Parra llamada "La Fiesta". Quedé encantada. Por la técnica y lo expresivo de los cuadros.
De todas formas, reconozco haber ido predispuesta a dejarme encantar, por el edificio, por la temperatura del lugar, por cada detalle de la obra. Y hasta por cada pequeño cartel explicativo con poesías o extractos de entrevista hechas a la cantante. Imágenes de papas, cebollas, mini-películas sin sonido en blanco y negro, adornaban las paredes de la sala.
Pero el centro de la muestra eran las arpilleras, pocas, 5 o 6, no más.
Son enormes. Nunca pensé que tanto.
Y coloridas.
Y perfectamente SIMPLES. Creo que es lo que más me llamó la atención. Cada figura está hecha de lanitas de colores, con puntadas de aguja que atraviesan la tela de arpillera.
Para examinar bien los cuadros, primero miré alrededor (para ver si estaba sola en la sala, lo estaba) y en un acto de arrojo me acerqué tanto como pude al vidrio de una de ellas, lo toqué con la nariz. Entre las lanitas, había un pelo, entretejido, larguísimo y medio castaño. Un pelo de Violeta.
Estas arpilleras fueron expuestas en el Louvre, con pelo y todo.
Me gustó mi hallazgo, encontré historia, biología, arte, simplicidad y magia en él.
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