Cuando me refiero a amor, pienso en todos sus tipos. Erich Fromm describe cuatro: el fraternal, maternal, erótico y el religioso. De a poco, este blog se va llenando de historias que intentan abarcar a todos.

domingo, 3 de enero de 2010

Paz

La felicidad y la paz están relacionadas, estoy casi segura. Al menos así lo puedo sentir yo misma. Siento que no es necesario simular simpatía ni mostrarme afable o interesante. Mi estado interno es de tanta tranquilidad que me conformo con presentarme tal como me salga.
Mientras caminaba ayer por la tarde pude mirar vidrieras y recorrer locales comerciales sin siquiera apurar un poco el paso. No lo necesitaba. Cuando recordaba que estoy intentando mejorar mi postura enderezaba la espalda, en caso contrario caminaba como me salía. No sé como habrá sido esto, seguro que como siempre durante estos últimos años, encorvando un poco los hombros y echando la cabeza para adelante, en definitiva cero sexy.
Y un poco con esto se relaciona este estado de paz interna. Alguna vez lo describí de la misma forma. No tengo ganas de seducir, ni ganas de buscar ese compañero de los ojos profundamente oscuros pero brillantemente vivos.
Retrocediendo en mi historia intento recordar cómo fueron los primeros momentos con mi primer novio, cómo me comportaba yo por esos tiempos y los comparo con las actitudes que tengo ahora. No recuerdo apuro. Esa necesidad de acabar con mi estado unitario NO EXISTÍA. Todo sucedía lento, sosegado, pausado. ¡Pero excesivamente emocionante!
La caminata de hoy fue extenuante, a pleno rayo de sol, cargando una botella de agua fresca en la mochila. Quería agotarme, para dormir bien por la noche. Hice una parada a la sombra de un árbol. Aproveché de “echarme” en el césped. Odio este término que a veces usa mi mamá pero creo que eso hice, me eché como un perro, sin modales, así nomás.
Descansé un poco y seguí la caminata. ¡NO pensé ni recordé! Por Dios, qué liviana me sentí!

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