Tengo la cabeza revuelta y el corazón adolorido. El cuerpo, más delgado, pero el alma apetente.
De un romance, de una historia con final feliz, del encuentro con un compañero que se quede.
Sé que pedir "para siempre" es mucho. Pero que se quede unos años, o al menos unos meses y me complemente. Que me llene las mañanas y las tardes. Que me llene el vientre de ilusiones y el corazón de la sangre que por estos días debe pesar menos. Que me deje también, meterme en sus intersticios y seamos UNO sin dejar de ser dos.
Qué aburrido reponerse al desengaño. Qué tediosa la reconciliación con uno mismo y con su esencia.
Qué aburrida la terapia y qué triste esta soledad.
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