Cuando me refiero a amor, pienso en todos sus tipos. Erich Fromm describe cuatro: el fraternal, maternal, erótico y el religioso. De a poco, este blog se va llenando de historias que intentan abarcar a todos.

domingo, 7 de abril de 2013

“Pechi, arréglenos las veredas” Acción Frenética de las Mujeres sin trasero y en tacos altos

Las mujeres en tacos altos, aquellas que caminamos con distinción y decoro (no en forma rústica o pisando huevos), padecemos las veredas de la ciudad. Porque los tacos se rompen, se desuellan de a poquito cuando se meten en las ranuras de las baldosas o se mojan y sus cueros ceden con los charcos de agua estanca atrapadas en los minibaches del suelo.
Desanimadas y exhaustas por parecer camionetas todoterreno, subiendo y bajando, esquivando obstáculos o sucumbiendo a ellos, decidimos caminar por la calle, donde los peligros a los que nos exponemos son aún peores. Manos desacatadas de ciclistas subiendo por debajo de nuestras faldas, piropos de dudosa reputación, invitaciones desesperadas a tomar cafecitos u otros.

Por eso, Sr. Guapetón Intendente, por medio  de esta nota le solicitamos repare las veredas de la ciudad. No someta a la población masculina  a la triste realidad de vernos con manoletinas o sandalias flat. El mundo exquisito del glamour citadino pide a gritos unos buenos stilettos o  unos tacos rectos de 15 cm.
 Dos testimonios de ciudadanas en tacos altos recogidas por nuestra corresponsal

“Me había comprado unos taquitos nuevos, divinos. De liquidación, eran los últimos que quedaban en mi número.  Así como los pusieron en la bolsa de la tienda yo los saqué y los deslicé por mis pies. Iba a aprovechar de amoldarlos porque esa mañana tenía que hacer unos pagos y combinaban perfectos con mi vestidito chemisse en un look descontracturado y casual.
Salí de la tienda aprovechando que una ráfaga de viento patagónico me volaba el pelo cual Marilyn, no ví el desnivel a la salida de la tienda y resbalé por la pendiente  apoyada en una sola pierna haciendo equilibrio con los brazos batiéndolos en el aire. La mano mágica de un osado caballero me tomó por la cintura e impidió que aterrizara con mis bolsas de compras, mis zapatos nuevos  y mi decoro, todo junto. No pude, sino amarlo.”

“Era el día del padre y no había comprado nada para él porque había llovido durante toda la jornada. Aproveché que la lluvia paró un ratito, me enfundé unos jeans azul marino, unas botas marrones de taco ancho pero alto y mi trench natural preferido.
Encontré una boina de cabritilla marrón muy elegante, me la envolvieron muy bonita.  Cuando salí del local la  lluvia había comenzado otra vez.  Caminando rápido por la vereda salté unos cuatro charcos. Estos se forman porque no hay desniveles apropiadamente construidos ni desagües que desagoten el agua que se acumula.

El quinto charco, lo salté pero el tema fue cuando llegué al piso del otro lado, resbalé y me deslicé como un metro y medio por la vereda . Cuando me levanté, el trench era bicolor (marrón y natural, mitad y mitad) y el regalo había quedado debajo de mi cadera generosa. Planito quedó.”